La migración humana, no sólo nos demuestra cómo vamos traslandandonos de un punto a otro, de un emisferio a otro, de una costa hasta el más recóndito punto del planeta, sino que además, nos demuestra cómo, aferrados a nuestra tierra, llevamos con nosotros nuestra cultura y con ella, los olores, los sabores, el idioma y la música del terruño.
Y haciendo honor a todo eso, hoy estamos queriendo que la compartas con nosotros. Por eso te invitamos a que cada martes, vengas y participes en forma activa, la hechura de la paella, comida española por exelencia y con alguna reminicencia árabe.
Cerca de las 21 horas (no tan tarde y muy temprano para comenzar una buena noche), preparamos el salón con el mechero y la paella (llamase así al recipiente donde se cocina, la paellera, es la mujer de Don Jaime que la prepara de la ostia!!! joder, tío!!!)
Y para continuar y si no se ha hecho reserva, contamos los cuerpos presentes, y de allí calculamos los pocillos de arroz, las porciones de mariscos (y estos son de verdad y bien variaditos...), y a calentar la paella con el fuego al rojo vivo.
Si para todos ustedes es una tranquiladad saber la receta, vayan tomando papel y lápiz, que con ingenio, buena disposición y algo de perpicacia, vamos a sacar la mejor paella de la ciudad.
Conseguir una buena paella (¡ojo! no confundir con el disco y mucho menos querer hacerse el cool-light y buscar una con teflon, triple capa con amianto, antiadherente y todas esas cosas que hacen bien - eso dicen- pero no cocina igual)
Ponerla sobre un menchero a fuego fuerte y dejarla calentar bastante, y recién allí, tirarle un chorro austero de aceite, dejando que corra por toda la superficie.
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